Entre R铆os
Aspiramos ser primer mundo; alentamos el regreso de trenes y barcos a la Argentina
BUENOS AIRES.
17-06-2025
A 70 a帽os del bombardeo de aviones de la armada argentina a Plaza de Mayo, que dej贸 300 muertos.
17-06-2025-H:8.33
A 70 a帽os del mayor ataque terrorista de nuestra historia
El 16 de junio de 1955, aviones de la Marina bombardearon la Plaza de Mayo y dejaron m谩s de 300 muertos y 600 heridos en el peor ataque de un sector de la Fuerza Armadas contra el entonces gobierno justicialista.
El objetivo era matar al presidente Juan Per贸n y sembrar el terror. Lo lograron. Pero tambi茅n desataron una tragedia que marc贸 a fuego el destino del pa铆s y anticip贸 la ca铆da del peronismo, meses despu茅s.
Por Felipe PignaPerfil
A eso de las nueve de la ma帽ana del 16 de junio Per贸n recibi贸 al general Lucero con un marcado gesto de preocupaci贸n. Per贸n sab铆a que estaba programado un desfile a茅reo en desagravio a la bandera, pero Lucero ten铆a informaci贸n sobre que ese desfile pod铆a ser aprovechado para bombardear la Casa de Gobierno y a su principal ocupante, y convenci贸 al presidente de trasladarse a su despacho en el Ministerio de Guerra cruzando la avenida Paseo Col贸n.
Desde su nueva ubicaci贸n, a las diez y media en punto, Per贸n pudo escuchar el sonido inconfundible de los aviones Abro Lincoln y Catalinas de la aviaci贸n naval comandados por el contraalmirante Samuel Toranzo Calder贸n. Era un ruido inesperado, nuevo en Buenos Aires, que se estrenaba como la primera capital de Sudam茅rica en ser bombardeada por sus propias Fuerzas Armadas, curiosamente por la Marina.
Los aviones, que hab铆an partido de Punta Indio, llevaban pintadas en sus colas una ve corta y una cruz. El 鈥淐risto Vence鈥 reemplazaba al 鈥淰iva Per贸n鈥. Curioso eslogan de alguien que sale a matar que recordaba a aquel fan谩tico cat贸lico falangista, Mill谩n de Astray, que lleg贸 a pronunciar la metaf铆sica frase: 鈥淰iva la muerte鈥.
ESTO NO LES GUSTA A LOS AUTORITARIOS
EL EJERCICIO DEL PERIODISMO PROFESIONAL Y CR脥TICO ES UN PILAR FUNDAMENTAL DE LA DEMOCRACIA. POR ESO MOLESTA A QUIENES CREEN SER LOS DUE脩OS DE LA VERDAD.
HOY M脕S QUE NUNCASUSCRIBITE
En la plaza, adem谩s de los apurados transe煤ntes, hab铆a algunas familias que se dispon铆an a presenciar el desfile a茅reo. Nunca imaginaron que la parada militar tuviera un car谩cter tan realista.
Las primeras bombas cayeron a unos pocos metros de la pir谩mide. Dos de cien kilos cada una impactaron sobre la Casa Rosada, fueron las lanzadas por el capit谩n de fragata N茅stor Noriega. Una de ellas destroz贸 a un colectivo repleto de pasajeros. Al enterarse de los hechos, la CGT convoc贸 a la Plaza a defender a Per贸n. El general trat贸 de parar la movilizaci贸n y desde su puesto de comando en el Ministerio de Guerra le orden贸 al mayor Cialzetta que le pidiera a la CGT que no movilizara a los trabajadores para evitar v铆ctimas, pero ya era demasiado tarde. Per贸n ten铆a claro algo que los dirigentes cegetistas parec铆an no ver. El General sab铆a que los atacantes no se detendr铆an ante nada y que no se conmover铆an ante ninguna barrera humana.
Para las 18.15 eran cientos los descamisados que se reunieron a defender su gobierno en la hist贸rica plaza cuando una nueva oleada de aviones espant贸 a las desconcertadas palomas y arroj贸 su mort铆fera carga de nueve toneladas y media de explosivos sobre la multitud. En la Plaza de Mayo y sus alrededores quedaron los cuerpos de 355 civiles muertos y los hospitales colapsaron por los m谩s de 600 heridos. Se hab铆a perpetrado el peor ataque terrorista de la historia argentina. Sus autores eran 鈥渞espetables鈥 militares y civiles que se frotaban las manos imagin谩ndose el triunfo de un golpe militar que iba a volver a la 鈥渘egrada鈥, a los 鈥渃abecitas鈥, a los lugares de los que nunca debieron haber salido. Pocos meses despu茅s, ya con la Revoluci贸n Libertadora triunfante, uno de los golpistas, el contraalmirante Arturo Rial, le record贸 a un miembro del sindicato de trabajadores municipales: 鈥淪epan ustedes que la Revoluci贸n Libertadora se hizo para que en este pa铆s el hijo del barrendero muera barrendero鈥 (1).
Los autores de este brutal ataque nunca contaron con la capacidad de lucha y resistencia del pueblo argentino que, consciente de sus derechos adquiridos, no estaba dispuesto a perder lo que le hab铆a costado tanta sangre, sudor y l谩grimas conseguir. Entre los autores intelectuales de aquel horror hab铆a varios civiles unidos no precisamente por el amor sino por el espanto que estaban dispuestos a provocar. Algunos de ellos eran el l铆der empresarial Ra煤l Lamuraglia, el socialdem贸crata Am茅rico Ghioldi, el radical unionista Miguel 脕ngel Zavala Ortiz, el conservador Oscar Vichi y los nacionalistas cat贸licos Mario Amadeo y Luis Mar铆a de Pablo Pardo
La versi贸n de los asesinos barre con toda capacidad de asombro. Esto dec铆a un volante de la 鈥渕arina de guerra en operaciones鈥 titulado incre铆blemente: 鈥淩esponsabilidad de Per贸n y la CGT en la matanza de Plaza de Mayo鈥. El texto es el siguiente: 鈥淐omparando los acontecimientos con las declaraciones DEL PROPIO PER脫N, es f谩cil determinar qui茅nes son los culpables de la matanza de civiles, durante los bombardeos de la Marina de Guerra.
鈥滾a Marina de Guerra se sublev贸, enviando al Gobierno un ultim谩tum de rendici贸n. Al rechazar ese ultim谩tum y apelar al Ej茅rcito, el Gobierno se colocaba en actitud beligerante. Desde ese momento dos fuerzas militares luchar铆an. Per贸n sab铆a que la Marina no sal铆a a 鈥榙esfilar鈥, sino a combatir a muerte.
鈥澛縋or qu茅 motivo, entonces, Per贸n permiti贸 que la CGT, con criminal inconsciencia, convocara al Pueblo a Plaza de Mayo鈥?
鈥澛緾贸mo es posible que un jefe de Estado, sabiendo que su Sede ser铆a bombardeada, no tratara inmediatamente de evacuar la poblaci贸n civil鈥?
鈥澛緾贸mo es posible que los dirigentes de la CGT hayan sido tan criminales como para llevar a la gente al matadero, sabiendo que con palos no se puede hacer frente a aviones ni a ametralladoras鈥?
鈥漃er贸n mismo lo ha dicho: Nosotros tuvimos conocimiento de la rebeli贸n y de sus planes unas horas antes鈥β conociendo la rebeli贸n y los planes de bombardeo, Per贸n hace que la CGT convoque a su querido 鈥榩ueblo鈥 a Plaza de Mayo para ser quemado! Una sola cosa explica esta infamia: Per贸n crey贸 que a la vista del Pueblo, la Marina de Guerra desistir铆a de sus prop贸sitos. Es decir, que una vez m谩s, Per贸n utiliz贸 a los trabajadores como escudo de sus designios鈥︹.
Si hasta aqu铆 el lector se qued贸 sin palabras, prep谩rese para lo que viene: 鈥淪i los radicales o 鈥榣os clericales鈥 hubieran invadido la Casa de Gobierno, Per贸n hubiera tenido derecho a convocar a la CGT : Hubieran sido dos fuerzas civiles combatiendo en igualdad de condiciones. Pero, desarroll谩ndose la lucha entre FUERZAS MILITARES, convocar al pueblo indefenso al teatro de las operaciones 隆隆es criminal, infame, cobarde y ruin!! Y la CGT, que se prest贸 para esa carnicer铆a, es juntamente con Per贸n responsable de esa canallada ante la clase trabajadora. No lo olvidar谩 jam谩s el Pueblo鈥︹ (2).
Tras concretar su masacre, los pilotos que hab铆an demostrado su total desprecio por la vida humana ametrallando a columnas enteras de trabajadores volaron hacia Montevideo, donde recordaron repentinamente que exist铆an los derechos humanos, particularmente el de asilo.
Per贸n habl贸 esa noche por la cadena nacional de radio y televisi贸n. En los pocos televisores que hab铆a en la Argentina se pudo ver a un Per贸n desencajado, dolido que dec铆a: 鈥溾 lo m谩s indignante es que hayan tirado a mansalva contra el pueblo (鈥) Es indudable que pasar谩n los tiempos, pero la Historia no perdonar谩 jam谩s semejante sacrilegio. (鈥) Nosotros, como pueblo civilizado, no podemos tomar medidas que sean aconsejadas por la pasi贸n, sino por la reflexi贸n (鈥) Para no ser criminales como ellos, les pido que est茅n tranquilos; que cada uno vaya a su casa (鈥) les pido que refrenen su propia ira; que se muerdan, como me muerdo yo, en estos momentos, que no cometan ning煤n desm谩n. No nos perdonar铆amos nosotros que a la infamia de nuestros enemigos le agreg谩ramos nuestra propia infamia (鈥) Los que tiraron contra el pueblo no son ni han sido jam谩s soldados argentinos, porque los soldados argentinos no son traidores ni cobardes, y los que tiraron contra el pueblo son traidores y cobardes. La ley caer谩 inflexiblemente sobre ellos. Yo no he de dar un paso para atemperar su culpa ni para atemperar la pena que les ha de corresponder. (鈥) El pueblo no es el encargado de hacer justicia: debe confiar en mi palabra de soldado (鈥) Sepamos cumplir como pueblo civilizado y dejar que la ley castigue鈥︹ (3).
Esa misma noche grupos de peronistas, que ve铆an detr谩s de la intentona el apoyo eclesi谩stico, quemaron las principales iglesias de Buenos Aires y la propia Curia metropolitana. Santo Domingo, San Francisco, San Nicol谩s de Bari, San Miguel Arc谩ngel, la Piedad, la Merced, San Ignacio y la Curia.
Un hombre de la Libertadora reconoce: 鈥淐on todo lo arbitrario que fue el dictador, tengo y he tenido siempre para m铆 que el incendio de los templos hist贸ricos de Buenos Aires no fue una obra que deba considerarse t铆pica de su idiosincrasia. El incendio de los templos, absurdo, il贸gico e inexplicable en el medio argentino, aun dentro de la aberraci贸n de la dictadura, es, en cambio, un hecho com煤n como medio de acci贸n de los rojos espa帽oles, incendiarios de profesi贸n鈥 (4).
Quiz谩s evaluando la relaci贸n de fuerzas que se mostraba a esa altura desfavorable, Per贸n decidi贸 bajar los decibeles y convocar a la oposici贸n, de la que la Iglesia era un componente fundamental, al di谩logo. El 5 de julio volvi贸 a usar la cadena nacional y se帽al贸: 鈥淟as fuerzas pol铆ticas no han participado en su condici贸n de tales, aunque algunos de sus hombres puedan haberlo hecho en car谩cter personal. A trav茅s de mis largos a帽os de lucha he aprendido a apreciar y juzgar ecu谩nimemente aun a nuestros enemigos, y deseo reconocer lealmente que considero que los partidos pol铆ticos populares no son capaces de aceptar que se tire criminalmente sobre el pueblo indefenso. (鈥) Para demostrar nuestra buena voluntad conjunta y nuestra disciplina partidaria, pido a todos nuestros compa帽eros una tregua en la lucha pol铆tica. En ella esperaremos el resultado de este llamado sincero鈥︹.
La crisis parec铆a encaminarse por laber铆ntico proceso de di谩logo con las fuerzas de la oposici贸n para impedir una confrontaci贸n de impredecibles consecuencias. La censura parec铆a quedar atr谩s y los m谩s importantes representantes del antiperonismo organizado vieron abiertos por primera vez en a帽os los medios de difusi贸n estatales para expresar sus ideas y propuestas. El cambio de actitud del gobierno, seg煤n se帽alan numerosos observadores, ten铆a una base f茅rreamente fundada: los mandos del Ej茅rcito que lo hab铆an salvado del derrumbe total cuando la intentona del 16 de junio le hab铆an impuesto ahora una tutela que el presidente deb铆a aceptar a rajatabla. Per贸n ofreci贸 a la Iglesia que fuera el Estado quien costeara la restauraci贸n de los templos destruidos, a la vez que hac铆a rodar las cabezas pol铆ticas del ministro del Interior y del de Educaci贸n, hombres de reconocida posici贸n contraria a la Iglesia.
Pero la Iglesia rechaz贸 el acercamiento y el perd贸n divino fue reemplazado por una Pastoral muy dura que se ocupaba de cada uno de los temas que hab铆an llevado a las trincheras al gobierno y a la corporaci贸n eclesi谩stica.
Tambi茅n debi贸 dejar el gobierno el titular de la Secretar铆a de Prensa, Apold, en un gesto que parec铆a anunciar una mayor libertad de expresi贸n.
Pero los hechos ocurridos eran demasiado graves como para establecer r谩pidamente una l铆nea acuerdista, y la tentaci贸n de desalojar a Per贸n de la Casa Rosada era en esos momentos una posibilidad real. La oposici贸n de derecha, alarmada porque la pol铆tica distributiva del gobierno recortaba considerablemente su tasa de ganancia, y la oposici贸n de izquierda, obnubilada por su caracterizaci贸n del gobierno como fascista, coincidieron parad贸jicamente en una misma estrategia. De esta manera, frustrado el di谩logo y una salida negociada, la suerte qued贸 echada.
Los bombardeos de junio eran solo el ensayo de un golpe de Estado que aparec铆a como imparable y continu贸 su desarrollo seg煤n los planes de sus ejecutores.
La sublevaci贸n estall贸 en C贸rdoba acaudillada por el general Lonardi y fue apoyada por varias divisiones del Ej茅rcito y la totalidad de la Marina. Los combates duraron cinco d铆as a lo largo de los cuales la Armada logr贸 controlar el litoral mar铆timo y amenaz贸 con bombardear las refiner铆as de petr贸leo de La Plata y la propia ciudad de Buenos Aires si Per贸n no renunciaba. El presidente constitucional entreg贸 el gobierno a una junta de militares leales que negoci贸 con Lonardi las condiciones de la renuncia.
El 23 de septiembre, mientras Per贸n part铆a hacia el exilio a bordo de una ca帽onera paraguaya, una multitud compuesta mayoritariamente por sectores de clase media y alta colm贸 la Plaza de Mayo para aclamar al nuevo presidente provisional, el general Eduardo Lonardi, quien dijo desde los balcones de la Casa Rosada 鈥搑ecordando a Urquiza鈥 que no hab铆a 鈥渘i vencedores ni vencidos鈥.
Al hasta entonces diputado John William Cooke le quedaba claro que hab铆a vencedores que ven铆an a terminar con las conquistas sociales del pueblo argentino y a instalar otro modelo de pa铆s.
鈥淓sas fuerzas no est谩n aliadas contra un hombre; lo est谩n contra el pueblo, al que niegan el derecho de elegir su propio destino y su propio conductor. Reniegan de la Argentina nueva, la de las conquistas sociales, econ贸micas y pol铆ticas, la de los principios de justicia y de la soberan铆a inmaculada, para intentar retrotraernos a la vieja factor铆a colonial de los estancieros explotadores, de los comerciantes 谩vidos, de los acaparadores habilidosos, de las ganancias exorbitantes, de los salarios de hambre, de los gerentes extranjeros y de los traidores nativos鈥.
El desenlace es conocido: el general Lonardi viaja a C贸rdoba y el 16 de septiembre subleva guarniciones militares. La situaci贸n no es clara ni cuenta con la simpat铆a de todo el Ej茅rcito. Sin embargo, triunfa y el 23 de septiembre asume como presidente provisional. Per贸n, sin presentar una renuncia escrita, se asila en la embajada paraguaya y parte al exilio, del que volver谩 17 a帽os despu茅s.
Clandestinamente se conoce La fuerza es el derecho de las bestias y Del poder al exilio, dos op煤sculos escritos por Per贸n en los que intenta relatar los hechos que posibilitaron su ca铆da, aunque en realidad se trata m谩s de una justificaci贸n de su comportamiento. Explica que se opuso a entregar armas a los obreros para su defensa por temor a la posible guerra civil (y aunque no lo dice, por la consecuente radicalizaci贸n del peronismo) y por su concepci贸n de hombre de armas. Curiosamente, Per贸n omite los problemas con la Iglesia cat贸lica, conflicto que para muchos es la causa principal de su ca铆da. Sin embargo, un detalle presagia lo que sucedi贸 despu茅s: La fuerza鈥 es un reportaje que concedi贸 en Paraguay a un periodista de la National Broadcasting Company, y cuando le pregunt贸 sobre qu茅 pensaba hacer para volver a la Argentina, Per贸n respondi贸 鈥渘ada鈥 y luego sentenci贸: 鈥淭odo lo har谩n mis enemigos鈥.
1 En Miguel Gazzera y Norberto Ceresole, Peronismo, autocr铆tica y perspectivas, Buenos Aires, Descartes, 1970
2 LAFIANDRA, F茅lix (recopilador), Los panfletos. Su aporte a la Revoluci贸n Libertadora, Buenos Aires, Itinerarium, 1955.
3 La Prensa, Buenos Aires, 17 de junio de 1955
4 DEL CARRIL, Bonifacio, Cr贸nica interna de la Revoluci贸n Libertadora, Emec茅, Buenos Aires, 1959.
El 16 de junio de 1955, aviones de la Marina bombardearon la Plaza de Mayo y dejaron m谩s de 300 muertos y 600 heridos en el peor ataque de un sector de la Fuerza Armadas contra el entonces gobierno justicialista. El objetivo era matar al presidente Juan Per贸n y sembrar el terror. Lo lograron. Pero tambi茅n desataron una tragedia que marc贸 a fuego el destino del pa铆s y anticip贸 la ca铆da del peronismo, meses despu茅s.
Felipe Pigna
15-06-2025 04:44
A eso de las nueve de la ma帽ana del 16 de junio Per贸n recibi贸 al general Lucero con un marcado gesto de preocupaci贸n. Per贸n sab铆a que estaba programado un desfile a茅reo en desagravio a la bandera, pero Lucero ten铆a informaci贸n sobre que ese desfile pod铆a ser aprovechado para bombardear la Casa de Gobierno y a su principal ocupante, y convenci贸 al presidente de trasladarse a su despacho en el Ministerio de Guerra cruzando la avenida Paseo Col贸n.
Desde su nueva ubicaci贸n, a las diez y media en punto, Per贸n pudo escuchar el sonido inconfundible de los aviones Abro Lincoln y Catalinas de la aviaci贸n naval comandados por el contraalmirante Samuel Toranzo Calder贸n. Era un ruido inesperado, nuevo en Buenos Aires, que se estrenaba como la primera capital de Sudam茅rica en ser bombardeada por sus propias Fuerzas Armadas, curiosamente por la Marina.
Los aviones, que hab铆an partido de Punta Indio, llevaban pintadas en sus colas una ve corta y una cruz. El 鈥淐risto Vence鈥 reemplazaba al 鈥淰iva Per贸n鈥. Curioso eslogan de alguien que sale a matar que recordaba a aquel fan谩tico cat贸lico falangista, Mill谩n de Astray, que lleg贸 a pronunciar la metaf铆sica frase: 鈥淰iva la muerte鈥.
ESTO NO LES GUSTA A LOS AUTORITARIOS
EL EJERCICIO DEL PERIODISMO PROFESIONAL Y CR脥TICO ES UN PILAR FUNDAMENTAL DE LA DEMOCRACIA. POR ESO MOLESTA A QUIENES CREEN SER LOS DUE脩OS DE LA VERDAD.
HOY M脕S QUE NUNCASUSCRIBITE
En la plaza, adem谩s de los apurados transe煤ntes, hab铆a algunas familias que se dispon铆an a presenciar el desfile a茅reo. Nunca imaginaron que la parada militar tuviera un car谩cter tan realista.
Las primeras bombas cayeron a unos pocos metros de la pir谩mide. Dos de cien kilos cada una impactaron sobre la Casa Rosada, fueron las lanzadas por el capit谩n de fragata N茅stor Noriega. Una de ellas destroz贸 a un colectivo repleto de pasajeros. Al enterarse de los hechos, la CGT convoc贸 a la Plaza a defender a Per贸n. El general trat贸 de parar la movilizaci贸n y desde su puesto de comando en el Ministerio de Guerra le orden贸 al mayor Cialzetta que le pidiera a la CGT que no movilizara a los trabajadores para evitar v铆ctimas, pero ya era demasiado tarde. Per贸n ten铆a claro algo que los dirigentes cegetistas parec铆an no ver. El General sab铆a que los atacantes no se detendr铆an ante nada y que no se conmover铆an ante ninguna barrera humana.
Para las 18.15 eran cientos los descamisados que se reunieron a defender su gobierno en la hist贸rica plaza cuando una nueva oleada de aviones espant贸 a las desconcertadas palomas y arroj贸 su mort铆fera carga de nueve toneladas y media de explosivos sobre la multitud. En la Plaza de Mayo y sus alrededores quedaron los cuerpos de 355 civiles muertos y los hospitales colapsaron por los m谩s de 600 heridos. Se hab铆a perpetrado el peor ataque terrorista de la historia argentina. Sus autores eran 鈥渞espetables鈥 militares y civiles que se frotaban las manos imagin谩ndose el triunfo de un golpe militar que iba a volver a la 鈥渘egrada鈥, a los 鈥渃abecitas鈥, a los lugares de los que nunca debieron haber salido. Pocos meses despu茅s, ya con la Revoluci贸n Libertadora triunfante, uno de los golpistas, el contraalmirante Arturo Rial, le record贸 a un miembro del sindicato de trabajadores municipales: 鈥淪epan ustedes que la Revoluci贸n Libertadora se hizo para que en este pa铆s el hijo del barrendero muera barrendero鈥 (1).
Los autores de este brutal ataque nunca contaron con la capacidad de lucha y resistencia del pueblo argentino que, consciente de sus derechos adquiridos, no estaba dispuesto a perder lo que le hab铆a costado tanta sangre, sudor y l谩grimas conseguir. Entre los autores intelectuales de aquel horror hab铆a varios civiles unidos no precisamente por el amor sino por el espanto que estaban dispuestos a provocar. Algunos de ellos eran el l铆der empresarial Ra煤l Lamuraglia, el socialdem贸crata Am茅rico Ghioldi, el radical unionista Miguel 脕ngel Zavala Ortiz, el conservador Oscar Vichi y los nacionalistas cat贸licos Mario Amadeo y Luis Mar铆a de Pablo Pardo
La versi贸n de los asesinos barre con toda capacidad de asombro. Esto dec铆a un volante de la 鈥渕arina de guerra en operaciones鈥 titulado incre铆blemente: 鈥淩esponsabilidad de Per贸n y la CGT en la matanza de Plaza de Mayo鈥. El texto es el siguiente: 鈥淐omparando los acontecimientos con las declaraciones DEL PROPIO PER脫N, es f谩cil determinar qui茅nes son los culpables de la matanza de civiles, durante los bombardeos de la Marina de Guerra.
鈥滾a Marina de Guerra se sublev贸, enviando al Gobierno un ultim谩tum de rendici贸n. Al rechazar ese ultim谩tum y apelar al Ej茅rcito, el Gobierno se colocaba en actitud beligerante. Desde ese momento dos fuerzas militares luchar铆an. Per贸n sab铆a que la Marina no sal铆a a 鈥榙esfilar鈥, sino a combatir a muerte.
鈥澛縋or qu茅 motivo, entonces, Per贸n permiti贸 que la CGT, con criminal inconsciencia, convocara al Pueblo a Plaza de Mayo鈥?
鈥澛緾贸mo es posible que un jefe de Estado, sabiendo que su Sede ser铆a bombardeada, no tratara inmediatamente de evacuar la poblaci贸n civil鈥?
鈥澛緾贸mo es posible que los dirigentes de la CGT hayan sido tan criminales como para llevar a la gente al matadero, sabiendo que con palos no se puede hacer frente a aviones ni a ametralladoras鈥?
鈥漃er贸n mismo lo ha dicho: Nosotros tuvimos conocimiento de la rebeli贸n y de sus planes unas horas antes鈥β conociendo la rebeli贸n y los planes de bombardeo, Per贸n hace que la CGT convoque a su querido 鈥榩ueblo鈥 a Plaza de Mayo para ser quemado! Una sola cosa explica esta infamia: Per贸n crey贸 que a la vista del Pueblo, la Marina de Guerra desistir铆a de sus prop贸sitos. Es decir, que una vez m谩s, Per贸n utiliz贸 a los trabajadores como escudo de sus designios鈥︹.
Si hasta aqu铆 el lector se qued贸 sin palabras, prep谩rese para lo que viene: 鈥淪i los radicales o 鈥榣os clericales鈥 hubieran invadido la Casa de Gobierno, Per贸n hubiera tenido derecho a convocar a la CGT : Hubieran sido dos fuerzas civiles combatiendo en igualdad de condiciones. Pero, desarroll谩ndose la lucha entre FUERZAS MILITARES, convocar al pueblo indefenso al teatro de las operaciones 隆隆es criminal, infame, cobarde y ruin!! Y la CGT, que se prest贸 para esa carnicer铆a, es juntamente con Per贸n responsable de esa canallada ante la clase trabajadora. No lo olvidar谩 jam谩s el Pueblo鈥︹ (2).
Tras concretar su masacre, los pilotos que hab铆an demostrado su total desprecio por la vida humana ametrallando a columnas enteras de trabajadores volaron hacia Montevideo, donde recordaron repentinamente que exist铆an los derechos humanos, particularmente el de asilo.
Per贸n habl贸 esa noche por la cadena nacional de radio y televisi贸n. En los pocos televisores que hab铆a en la Argentina se pudo ver a un Per贸n desencajado, dolido que dec铆a: 鈥溾 lo m谩s indignante es que hayan tirado a mansalva contra el pueblo (鈥) Es indudable que pasar谩n los tiempos, pero la Historia no perdonar谩 jam谩s semejante sacrilegio. (鈥) Nosotros, como pueblo civilizado, no podemos tomar medidas que sean aconsejadas por la pasi贸n, sino por la reflexi贸n (鈥) Para no ser criminales como ellos, les pido que est茅n tranquilos; que cada uno vaya a su casa (鈥) les pido que refrenen su propia ira; que se muerdan, como me muerdo yo, en estos momentos, que no cometan ning煤n desm谩n. No nos perdonar铆amos nosotros que a la infamia de nuestros enemigos le agreg谩ramos nuestra propia infamia (鈥) Los que tiraron contra el pueblo no son ni han sido jam谩s soldados argentinos, porque los soldados argentinos no son traidores ni cobardes, y los que tiraron contra el pueblo son traidores y cobardes. La ley caer谩 inflexiblemente sobre ellos. Yo no he de dar un paso para atemperar su culpa ni para atemperar la pena que les ha de corresponder. (鈥) El pueblo no es el encargado de hacer justicia: debe confiar en mi palabra de soldado (鈥) Sepamos cumplir como pueblo civilizado y dejar que la ley castigue鈥︹ (3).
Esa misma noche grupos de peronistas, que ve铆an detr谩s de la intentona el apoyo eclesi谩stico, quemaron las principales iglesias de Buenos Aires y la propia Curia metropolitana. Santo Domingo, San Francisco, San Nicol谩s de Bari, San Miguel Arc谩ngel, la Piedad, la Merced, San Ignacio y la Curia.
Un hombre de la Libertadora reconoce: 鈥淐on todo lo arbitrario que fue el dictador, tengo y he tenido siempre para m铆 que el incendio de los templos hist贸ricos de Buenos Aires no fue una obra que deba considerarse t铆pica de su idiosincrasia. El incendio de los templos, absurdo, il贸gico e inexplicable en el medio argentino, aun dentro de la aberraci贸n de la dictadura, es, en cambio, un hecho com煤n como medio de acci贸n de los rojos espa帽oles, incendiarios de profesi贸n鈥 (4).
Quiz谩s evaluando la relaci贸n de fuerzas que se mostraba a esa altura desfavorable, Per贸n decidi贸 bajar los decibeles y convocar a la oposici贸n, de la que la Iglesia era un componente fundamental, al di谩logo. El 5 de julio volvi贸 a usar la cadena nacional y se帽al贸: 鈥淟as fuerzas pol铆ticas no han participado en su condici贸n de tales, aunque algunos de sus hombres puedan haberlo hecho en car谩cter personal. A trav茅s de mis largos a帽os de lucha he aprendido a apreciar y juzgar ecu谩nimemente aun a nuestros enemigos, y deseo reconocer lealmente que considero que los partidos pol铆ticos populares no son capaces de aceptar que se tire criminalmente sobre el pueblo indefenso. (鈥) Para demostrar nuestra buena voluntad conjunta y nuestra disciplina partidaria, pido a todos nuestros compa帽eros una tregua en la lucha pol铆tica. En ella esperaremos el resultado de este llamado sincero鈥︹.
La crisis parec铆a encaminarse por laber铆ntico proceso de di谩logo con las fuerzas de la oposici贸n para impedir una confrontaci贸n de impredecibles consecuencias. La censura parec铆a quedar atr谩s y los m谩s importantes representantes del antiperonismo organizado vieron abiertos por primera vez en a帽os los medios de difusi贸n estatales para expresar sus ideas y propuestas. El cambio de actitud del gobierno, seg煤n se帽alan numerosos observadores, ten铆a una base f茅rreamente fundada: los mandos del Ej茅rcito que lo hab铆an salvado del derrumbe total cuando la intentona del 16 de junio le hab铆an impuesto ahora una tutela que el presidente deb铆a aceptar a rajatabla. Per贸n ofreci贸 a la Iglesia que fuera el Estado quien costeara la restauraci贸n de los templos destruidos, a la vez que hac铆a rodar las cabezas pol铆ticas del ministro del Interior y del de Educaci贸n, hombres de reconocida posici贸n contraria a la Iglesia.
Pero la Iglesia rechaz贸 el acercamiento y el perd贸n divino fue reemplazado por una Pastoral muy dura que se ocupaba de cada uno de los temas que hab铆an llevado a las trincheras al gobierno y a la corporaci贸n eclesi谩stica.
Tambi茅n debi贸 dejar el gobierno el titular de la Secretar铆a de Prensa, Apold, en un gesto que parec铆a anunciar una mayor libertad de expresi贸n.
Pero los hechos ocurridos eran demasiado graves como para establecer r谩pidamente una l铆nea acuerdista, y la tentaci贸n de desalojar a Per贸n de la Casa Rosada era en esos momentos una posibilidad real. La oposici贸n de derecha, alarmada porque la pol铆tica distributiva del gobierno recortaba considerablemente su tasa de ganancia, y la oposici贸n de izquierda, obnubilada por su caracterizaci贸n del gobierno como fascista, coincidieron parad贸jicamente en una misma estrategia. De esta manera, frustrado el di谩logo y una salida negociada, la suerte qued贸 echada.
Los bombardeos de junio eran solo el ensayo de un golpe de Estado que aparec铆a como imparable y continu贸 su desarrollo seg煤n los planes de sus ejecutores.
La sublevaci贸n estall贸 en C贸rdoba acaudillada por el general Lonardi y fue apoyada por varias divisiones del Ej茅rcito y la totalidad de la Marina. Los combates duraron cinco d铆as a lo largo de los cuales la Armada logr贸 controlar el litoral mar铆timo y amenaz贸 con bombardear las refiner铆as de petr贸leo de La Plata y la propia ciudad de Buenos Aires si Per贸n no renunciaba. El presidente constitucional entreg贸 el gobierno a una junta de militares leales que negoci贸 con Lonardi las condiciones de la renuncia.
El 23 de septiembre, mientras Per贸n part铆a hacia el exilio a bordo de una ca帽onera paraguaya, una multitud compuesta mayoritariamente por sectores de clase media y alta colm贸 la Plaza de Mayo para aclamar al nuevo presidente provisional, el general Eduardo Lonardi, quien dijo desde los balcones de la Casa Rosada 鈥搑ecordando a Urquiza鈥 que no hab铆a 鈥渘i vencedores ni vencidos鈥.
Al hasta entonces diputado John William Cooke le quedaba claro que hab铆a vencedores que ven铆an a terminar con las conquistas sociales del pueblo argentino y a instalar otro modelo de pa铆s.
鈥淓sas fuerzas no est谩n aliadas contra un hombre; lo est谩n contra el pueblo, al que niegan el derecho de elegir su propio destino y su propio conductor. Reniegan de la Argentina nueva, la de las conquistas sociales, econ贸micas y pol铆ticas, la de los principios de justicia y de la soberan铆a inmaculada, para intentar retrotraernos a la vieja factor铆a colonial de los estancieros explotadores, de los comerciantes 谩vidos, de los acaparadores habilidosos, de las ganancias exorbitantes, de los salarios de hambre, de los gerentes extranjeros y de los traidores nativos鈥.
El desenlace es conocido: el general Lonardi viaja a C贸rdoba y el 16 de septiembre subleva guarniciones militares. La situaci贸n no es clara ni cuenta con la simpat铆a de todo el Ej茅rcito. Sin embargo, triunfa y el 23 de septiembre asume como presidente provisional. Per贸n, sin presentar una renuncia escrita, se asila en la embajada paraguaya y parte al exilio, del que volver谩 17 a帽os despu茅s.
Clandestinamente se conoce La fuerza es el derecho de las bestias y Del poder al exilio, dos op煤sculos escritos por Per贸n en los que intenta relatar los hechos que posibilitaron su ca铆da, aunque en realidad se trata m谩s de una justificaci贸n de su comportamiento. Explica que se opuso a entregar armas a los obreros para su defensa por temor a la posible guerra civil (y aunque no lo dice, por la consecuente radicalizaci贸n del peronismo) y por su concepci贸n de hombre de armas. Curiosamente, Per贸n omite los problemas con la Iglesia cat贸lica, conflicto que para muchos es la causa principal de su ca铆da. Sin embargo, un detalle presagia lo que sucedi贸 despu茅s: La fuerza鈥 es un reportaje que concedi贸 en Paraguay a un periodista de la National Broadcasting Company, y cuando le pregunt贸 sobre qu茅 pensaba hacer para volver a la Argentina, Per贸n respondi贸 鈥渘ada鈥 y luego sentenci贸: 鈥淭odo lo har谩n mis enemigos鈥.
Perfil.
Fuentes:
1 En Miguel Gazzera y Norberto Ceresole, Peronismo, autocr铆tica y perspectivas, Buenos Aires, Descartes, 1970
2 LAFIANDRA, F茅lix (recopilador), Los panfletos. Su aporte a la Revoluci贸n Libertadora, Buenos Aires, Itinerarium, 1955.
3 La Prensa, Buenos Aires, 17 de junio de 1955
4 DEL CARRIL, Bonifacio, Cr贸nica interna de la Revoluci贸n Libertadora, Emec茅, Buenos Aires, 1959.