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PARIS
14-06-2022

Hitler en Par铆s: su actitud frente a la tumba de Napole贸n y la orden de destruir la ciudad

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(Villa Elisa al Dia)

2022-06-14-8:26
El junio de 1940 el ej茅rcito alem谩n ocup贸 Francia. Luego de la conquista, el l铆der nazi visit贸 la Ciudad Luz. Arribo de madrugada y s贸lo estuvo tres horas. Se tom贸 una foto ic贸nica en la Torre Eiffel y plane贸 con construir una ciudad que la supere en belleza y elegancia


La admiraci贸n de Hitler por Par铆s era conocida. Pero proven铆a de lecturas; nunca hab铆a estado en ella. Esa fue su primera y 煤nica visita. 鈥淎hora Par铆s me abre sus puertas鈥, dijo el l铆der nazi

La Guerra de Francia fue breve y su resultado contundente. Los alemanes invadieron B茅lgica, Holanda y Luxemburgo. Luego pasaron a Francia. Los c谩lculos de la comandancia francesa fallaron. Su estrategia defensiva no result贸. Intentaron remedar lo que hab铆a sucedido en la Primera Guerra Mundial. Pero el mundo hab铆a cambiado. Lo que los llev贸 a la victoria en esa contienda los hizo caer derrotados en el principio de la Segunda Guerra.

Mientras los franceses casi sin aviaci贸n, con armamento viejo y con t谩cticas anticuadas pelearon como en 1918, los alemanes lo hicieron como en 1940. Despu茅s fue tiempo de las disputas internas entre los franceses. Los que quer铆an seguir peleando pese a las desventajas y los que quer铆an capitular ante el avance nazi. Ganaron estos. Un emblema del pa铆s, un h茅roe de la Gran Guerra, el Mariscal Philippe P茅tain qued贸 a cargo del gobierno que se estableci贸 en la ciudad balnearia de Vichy. Charles De Gaulle debi贸 refugiarse en Inglaterra desde d贸nde llam贸 a luchar y a la resistencia.

En junio de 1940, los nazis hab铆an entrado a Par铆s.


Lo m谩s impactante de la invasi贸n alemana fue, sin duda, su establecimiento en Par铆s. No s贸lo por la sencillez de la victoria sino por el enorme valor simb贸lico. La Ciudad Luz, la imagen de la libertad, quedaba bajo el poder nazi.

Adolf Hitler consegu铆a lo que pretend铆a. Europa sucumb铆a bajo sus pies. Ante la entrada alemana, el corresponsal de guerra norteamericano Elliot Paul escribi贸: 鈥淓ra el final de un mundo en el que Par铆s hab铆a tenido la supremac铆a, en el que Francia estaba viva, en el que hab铆a un h谩lito de libertad. Hab铆a petr贸leo en el aire ennegrecido y holl铆n en la lluvia, y el cielo bajo pesaba sobre la desgraciada ciudad鈥.

El revolucionario Victor Serge, que hab铆a logrado escapar del Estalinismo para radicarse en Francia, fue m谩s contundente. Serge -que debi贸 escapar a M茅xico- entendi贸 de inmediato lo que implicaba la avanzada nazi: 鈥淓l final de Par铆s es el fin del mundo. 驴Podemos aceptar tal cosa, a pesar de nuestra lucidez?鈥.

Hitler tambi茅n conoc铆a el valor estrat茅gico y simb贸lico de su conquista. Entonces iba a aprovechar la situaci贸n.


Las estatuas del escultor Arno Brecker eran gigantes, marciales, hero铆smo tallado y exuberante. Era el preferido de Hitler desde que hab铆a visto esos atletas musculosos que hac铆a. Los nazis y los fascistas sent铆an debilidad por lo grandilocuente. 脡l se hab铆a convertido en el escultor oficial del r茅gimen.

Una tarde mientras Brecker trabajaba en su estudio, unos agentes ingresaron sin golpear. Brecker se sobresalt贸; en un ramalazo repas贸 todo lo que hab铆a dicho y hecho en las 煤ltimas semanas para intentar encontrar cu谩l hab铆a sido el motivo del enojo de su jefe. Los agentes lo obligaron a acompa帽arlo. Brecker con voz inaudible pregunt贸 por el destino pero no recibi贸 respuesta. Despu茅s un largo viaje en auto para salir de Berl铆n, un bosque y al final una pista de despegue. Lo subieron a un avi贸n y reci茅n cuando descendi贸 por la escalera de la nave, se tranquiliz贸.

En la pista vio a Albert Speer y a Hermann Giessler, otro arquitecto. Era el cuartel general de campa帽a nazi en Bruly-de-Pesche. Le informaron que viajar铆a a la 煤ltima conquista de Hitler. Ir铆an a Par铆s y el F眉hrer quer铆a recorrer con ellos la ciudad para poder apreciar con mayor profundidad las maravillas arquitect贸nicas y art铆sticas. Nada de caminar con militares. 脡l deseaba mostrarse sensible. El escultor podr铆a resultar un buen gu铆a; hab铆a vivido en la Ciudad Luz durante casi ocho a帽os. Compart铆a veladas con Pablo Picasso y con otros artistas y poetas.


Albert Speer, el arquitecto del Tercer Reich y luego eficaz Ministro de Armamento, hab铆a tenido la primicia. Mientras plegaba los planos despu茅s de una reuni贸n con Hitler, 茅ste le dijo: 鈥淓n unos d铆as nos vamos a Par铆s con Giessler y Brecker鈥. Speer no pregunt贸 demasiado ni present贸 objeciones. No val铆a la pena. Los deseos de Hitler se obedec铆an.

La admiraci贸n de Hitler por Par铆s era conocida. Pero proven铆a de lecturas; nunca hab铆a estado en ella. Esa fue su primera y 煤nica visita. 鈥淎hora Par铆s me abre sus puertas鈥. Pero por m谩s que su estad铆a fue breve y se pareci贸 a la de un turista que 鈥渉ace鈥 ciudades, ver la mayor cantidad de lugares en pocas horas y seguir, 茅l era un conquistador. Hab铆a invadido y hab铆a vencido. Sent铆a que nada lo iba a detener.

鈥淧odr铆a atravesar el Arco del Triunfo y desfilar triunfalmente al frente de las tropas pero no es algo que deba hacerse a los franceses en este momento, conmocionados por la derrota鈥, le habr铆a dicho Hitler a Brecker, el escultor oficial. Un impensado gesto de elegancia. En especial porque pocos d铆as antes se hab铆a procurado una venganza. Orden贸 que la firma del armisticio con Francia fuera en un lugar algo ex贸tico para tal tr谩mite: el bosque de Compiegne.
Una foto hist贸rica muestra el general franc茅s Charles Huntziger delante del vag贸n en la campi帽a de Compiegne, donde se firm贸 el armisticio durante la Segunda Guerra Mundial, el 22 de junio de 1940 (The Grosby Group)


En ese bosque estaba estacionado un particular vag贸n de tren. En ese vag贸n e en 1918 Alemania hab铆a firmado la capitulaci贸n. Hitler forz贸 la simetr铆a para hacer m谩s evidente la devoluci贸n de favores, para subrayar que la situaci贸n se hab铆a dado vuelta. Por si quedaban dudas, eligi贸 para sentarse el sill贸n que hab铆a utilizado el Mariscal Foch, el vencedor en 1918.

La ausencia de desfile triunfal por las calles parisinas no fue una prueba de recato. Hermann G枚ring hab铆a desbaratado la idea con un argumento contundente que convenci贸 de inmediato a Hitler: la fuerza a茅rea brit谩nica pod铆a atacarlos y ser铆an un blanco muy sencillo.

El paseo parisino de Hitler fue demasiado furtivo para tratarse de un conquistador. Tanto es as铆 que los historiadores no se ponen de acuerdo en el d铆a en que ocurri贸. Algunos sostienen que fue el 24 de junio de 1940 y otros afirman que fue cuatro d铆as despu茅s. Llegaron a la madrugada. No hab铆a gente en las calles. Una caravana de imponentes autos recorr铆a rauda la Ciudad Luz. Hitler se subi贸 al asiento del acompa帽ante (siempre viajaba all铆) del primer Mercedes. En el asiento trasero viajaban Speer, Giesler y Brecker, los artistas, los conocedores. En el resto del convoy iban los funcionarios pol铆ticos y los militares. Hitler se reservaba para 茅l la cuesti贸n art铆stica.

A las 6 de la ma帽ana ingresaron a la 脫pera de Par铆s. La recorrieron y contemplaron todo su esplendor desde el escenario.

Despu茅s fue el turno de la Iglesia de la Madeleine. Hitler les cont贸 a sus acompa帽antes lo que ya sab铆an: que ese lugar hab铆a sido erigido como un templo seglar, para homenajear a Napole贸n y luego se transform贸 en uno religioso. Estaba obstinado en mostrar, ante un p煤blico tan cuidadosamente elegido, sus conocimientos, como el alumno aplicado que estudi贸 la lecci贸n.

Luego la Plaza de la Concorde, un lento paseo por Champs-Elys茅es y el Arco del Triunfo. All铆 la conversaci贸n fue obvia. Hablaron del Arco del Triunfo que construir铆an en Berl铆n. Lo hab铆a ideado Hitler, Speer lo estaba dise帽ando y Brecker cincelar铆a los bajorrelieves. Ese Arco, el de Berl铆n, deb铆a tener una caracter铆stica peculiar. Su tama帽o deb铆a ser tan grande como para que dentro suyo entrara el de Par铆s. Una met谩fora demasiado obvia del sistema de medidas de Hitler y de su megaloman铆a.
Hitler pidi贸 viajar con el artista preferido del r茅gimen, el escultor Arno Brecker y Albert Speer y a Hermann Giessler. Los tres le har铆an recorrer las maravillas de la Ciudad Luz

Los autos siguieron hacia la Plaza del Trocadero. Bajaron a caminar. Un fot贸grafo y un camar贸grafo registraban cada movimiento de su jefe pero ese era el momento cumbre. La foto con el s铆mbolo de la ciudad. Hitler pos贸 con aire ausente, como si todos los d铆as Par铆s cayera bajo su poder, con la Torre Eiffel de fondo. Esa imagen era el resumen del nuevo mundo, de su 茅xito, de que todo era posible. Si pudo conquistar Par铆s (y con facilidad) nada lo podr铆a detener. Eso es lo que Hitler hubiera querido escribir en el ep铆grafe de esa foto.

Es ma帽ana, pese a la par谩lisis que hab铆a provocado la derrota y la ocupaci贸n alemana, la ciudad comenzaba a despertarse. Los obreros iban a sus trabajos, lo mismo los empleados administrativos. C贸mo el auto era descubierto, fueron varios los parisinos que reconocieron al l铆der nazi.

Lleg贸 otro momento importante para Hitler: la visita a la tumba de Napole贸n. Pero antes de llegar a ella, la comitiva tuvo que pasar por delante de una estatua, la de un militar. Hitler no necesit贸 acercarse para leer la inscripci贸n tallada en el m谩rmol para saber de qui茅n se trataba. Su cuerpo se tens贸 y en su cara se instal贸 un gesto hosco. Levant贸 la voz y apur贸 el paso para alejarse de la estatua: 鈥淣o tenemos m谩s que cargar con este tipo de recuerdos鈥, dijo. Lo que trat贸 de no ver, la estatua que con un s贸lo adem谩n orden贸 derribar era la de un militar, el general Charles Mangin, h茅roe de Verd煤n.


Ya en Les Invalides, Hitler y el resto de la comitiva quedaron abrumados por el silencio y el clima del lugar. Ante la tumba de Napole贸n, se sac贸 su gorra y la apret贸 contra el pecho mientras bajaba la cabeza. Una se帽al de respeto ante quien 茅l consideraba un par.

La recorrida sigui贸 por el Pante贸n y despu茅s por Montparnasse. Reci茅n eran poco m谩s de las 7 de la ma帽ana y el turista Hitler ya hab铆a recorrido varios de los lugares m谩s representativos de Par铆s.

En ese barrio, reconocido por alojar a los artistas, Brecker hab铆a tenido su estudio. En el itinerario inicial estaba planeada una parada para que el artista le mostrara a Hitler su antiguo espacio de trabajo. Pero eso no sucedi贸. Algunos dicen que fue por falta de tiempo. Aunque otros sostienen que al abrir la puerta, la encargada de la vivienda peg贸 tal grito al encontrarse frente a Hitler que colaps贸 y los hombres tuvieron que volver r谩pido a su autom贸vil.

A la comitiva la proteg铆an un gran n煤mero de soldados que ostentaban grandes armas. La caravana continu贸 su apurado viaje. Pas贸 frente a otras construcciones emblem谩ticas de la ciudad. Notre Dame, el Louvre, el Palacio de Justicia.

Hitler miraba todo con seriedad y el impacto inicial se iba disipando. De nuevo su megaloman铆a ganaba la partida. Al final y al cabo, deb铆a de pensar, que esa ciudad no era para tanto, que su Berl铆n ser铆a mucho mejor. La 煤ltima parada fue la iglesia del Sacr茅 Coeur. Ascendieron hasta el templo pero les pareci贸 poca cosa aunque disfrutaron de la vista de la ciudad desde las alturas.
El arquitecto alem谩n Albert Speer, Ministro de Armamento, acompa帽贸 a Hitler en Par铆s. El jefe nazi lo llam贸 luego y le dijo: 鈥淎lguna vez pens茅 destruir Par铆s. Par铆s es hermoso. Pero nuestra Berl铆n ser谩 mucho m谩s linda. Cuando la terminemos ser谩 mucho m谩s grande y hermosa"

Albert Speer cont贸 en sus memorias que unos d铆as despu茅s de la visita rel谩mpago Hitler lo llam贸 a su despacho. Le orden贸 redactar un decreto para que se reanuden todas las obras planeadas en Berl铆n. Le dijo que apenas lo tuviera listo se lo llevara que 茅l lo firmar铆a de inmediato. 鈥淎lguna vez pens茅 destruir Par铆s. Par铆s es hermoso. Pero nuestra Berl铆n ser谩 mucho m谩s linda. Cuando la terminemos ser谩 mucho m谩s grande y hermosa. Par铆s se convertir谩 en una p谩lida sombra. No tiene el menor sentido destruirla鈥, le dijo Hitler.

La existencia de la capital francesa engrandecer铆a mucho m谩s la so帽ada capital del Reich de los Mil A帽os que imaginaba el F眉hrer. Par铆s era el modelo pero a escala. En Berl铆n todo ser铆a m谩s grande e impactante.

Ernst J眉nger, soldado alem谩n destinado a Par铆s, escribi贸 en sus diarios, publicados como Radiaciones, un a帽o despu茅s de la visita de Hitler: 鈥淧ar铆s sigue siendo, en un sentido casi m谩s importante que antes, una capital, s铆mbolo y baluarte de unas excelsas formas de vida heredadas de antiguo, y tambi茅n de ideas vinculantes, cosas todas ellas de las que ahora andan escasas las naciones鈥.
Hitler pos贸 con aire ausente, como si todos los d铆as Par铆s cayera bajo su poder, con la Torre Eiffel de fondo. (Berliner Verlag/Archiv/The Grosby Group)
Hitler pos贸 con aire ausente, como si todos los d铆as Par铆s cayera bajo su poder, con la Torre Eiffel de fondo. (Berliner Verlag/Archiv/The Grosby Group)

Cuatro a帽os despu茅s, ese supuesto amor de Hitler por Par铆s mut贸 en furia destructiva, en una intenci贸n arrasadora. Cuando la derrota era inminente, cuando la impotencia dominaba, el F眉hrer a los gritos orden贸 destruir la capital francesa. 鈥淧ar铆s s贸lo puede quedar en manos del enemigo siendo escombros鈥, vocifer贸 en agosto de 1944.

Del otro lado alguien decidi贸 no escuchar, desobedecer. Dietrich von Choltitz, gobernador nazi de Par铆s, escribi贸 en sus memorias que rechaz贸 la orden porque 鈥渉ubiera sido una acci贸n llena de maldad y vergonzosa destruir un polo de cultura semejante鈥. Seg煤n 茅l su visi贸n del F眉hrer hab铆a cambiado unas semanas antes cuando ante un encuentro personal percibi贸 que hab铆a perdido la raz贸n. Sin embargo varios miembros de la Resistencia Francesa le niegan estos m茅ritos a von Choltitz, sostienen que el alem谩n sigui贸 torturando y fusilando resistentes franceses hasta el 煤ltimo momento.

Sus s煤bditos en un lapsus de sentido com煤n se negaron a seguir la orden. El episodio quedar铆a resumido en la pregunta de Hitler: 驴Arde Par铆s?

Par铆s no ardi贸. Fue libre de nuevo. Y el r茅gimen nazi se resquebrajaba de tal manera que s贸lo subsistir铆a unos pocos meses m谩s en pie.
Por
Mat铆as Bauso
14 de Junio de 2022 Infobae

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