Bomberos 100
Policia 101
Hospital 107

ALTA GRACIA
11-04-2021

La increíble historia del auto de Fórmula 1 argentino: de la patriada de Oreste Berta a ser despedazado en la Aduana y un orgulloso renacer

1 de 5
(Villa Elisa al Dia) El coche en los días previos al Gran Premio de la Argentina de F1 en Buenos Aires, con el Nene García Veiga (Archivo CORSA).

2021-04-11-10:52
Cómo fue la odisea del Mago de Alta Gracia para intentar correr en el Gran Premio de Argentina de 1975. La emoción y el recuerdo de su piloto, el Nene García Veiga. Y quiénes son los responsables de que vuelva a vivir
autor
Por
Darío Coronel


Su capacidad para el ingenio y pasión por los coches de carrera le permitieron a Oreste Berta hacer realidad objetivos que para cualquier otro hubiesen sido una quimera. Uno de ellos fue el auto de Fórmula 1 que preparó para que corriera los Grandes Premios de la Argentina y Brasil en 1975. Es otro de sus hitos en los que no buscó ganar dinero sino su intención de “situar a la Argentina en el mundo”, como le contó a Infobae en una entrevista en 2019. Esta es la historia de cómo gestó este monoposto, que en un momento quedó retenido en los Estados Unidos, todo lo que hizo para recuperarlo, para luego encontrarlo despedazado en la Aduana: hoy vuelve a vivir.

Su nacimiento

Para comienzos de los años 70, Berta estuvo muy metido con los autos de fórmula porque fabricó muchos para la extinta F1 Mecánica Argentina (F1 MA). Hacia fines de 1973, Berta recibió la propuesta de Francisco Mir, un millonario argentino que vivía en Santa Mónica, California, para que construyera un auto para la Fórmula 5000, una categoría con coches similares a los de F1, pero con motores que eran de cinco litros (los de F1 eran de tres litros o 1,5 turbo). Mir se hizo cargo de los gastos para fabricar los materiales y la mano de obra necesaria, además de un motor Chevrolet-Boltof de entrenamiento.


En su libro “Motores, Autos y Sueños”, Berta cuenta sobre este auto que para su desarrollo alquiló el túnel de viento de la Fábrica Militar de Aviones y ahí recibió la ayuda de alguien conocido como “el Viejo Horten”. Cuando el auto llegó a California le llamó la atención a una persona que le preguntó a Oreste de quién era el diseño aerodinámico y le contó sobre Horten. “Cuando se presentó me dijo que era el vicepresidente de la fábrica de aviones McDonnell Douglas y ahí me enteré quién era Reimar Horten: en Alemania, a fines de la Segunda Guerra Mundial, diseñó junto a su hermano uno de los primeros aviones a turbina del mundo”, reveló Oreste.

Pero no a todos les generó una buena impresión. “Mir, al ver el auto, no dijo nada, pero después se burló y dijo que ‘posiblemente le sirviera para hacer un hermoso cartel en el restaurante que estaba construyendo en Los Ángeles’. Dijo que no le importaba demasiado porque –total- ya le había comprado dos Eagle a Dan Gurney (ex piloto y preparador estadounidense), y esos eran lo que el equipo usaría para correr…”

Oreste llevó a su piloto, que en ese momento era Néstor Jesús García Veiga. En la primera prueba el Nene quedó a solo dos segundos y medio del récord del circuito de Willow Spring (al norte de Los Ángeles) que había hecho Mario Andretti. Cuando volvieron al taller los mecánicos de Berta se desquitaron con Mir y eso “no fue acertado, sobre todo con alguien de desmesurado amor propio”, reconoció Berta.

“Al día siguiente, cuando fuimos a trabajar, nuestro auto ya no estaba allí. Francisco me dijo que podía volver a atender mi trabajo en Argentina, que ellos se encargarían de reemplazar lo convenido con el material aeronáutico, cambiar las ruedas de aluminio por las de magnesio y colocar un buen motor. Él me avisaría cuando el auto estuviera en condiciones para volver a probar y correr…”, relató.

Berta lo llamó varias veces y obtuvo una repuesta evasiva. Entonces decidió viajar para ver qué estaba pasando. En ese ínterín, Mir decidió correr con los Eagle y la relación con García Veiga no era buena. Cuando Oreste llegó se encontró con que el auto había desaparecido. No se cumplieron las condiciones para que pudiera correr y su presencia fue el detonante para que explotara la pésima relación interna del equipo.

Al día siguiente los mecánicos tomaron sus herramientas y se fueron en una pequeña furgoneta. Mir echó a todos los que quedaban del equipo original y tampoco le quiso devolver el auto a Berta. “Me dijo que era de él. Ofrecí pagarle los cuatro mil y pico de dólares que me había adelantado para fabricarlo, pero no hubo caso”, se lamentó.

“Me quedé en California decidido a recuperarlo, pero no logré negociar nada con Mir y me volví al país”, contó. Tuvo que intervenir el consulado argentino para que Mir les devolviera el auto a fines de 1974. Más tarde Berta y Mir se volvieron a juntar. “Nos reunimos en su casa y él reconoció su error y admitió que había arruinado la gran oportunidad de su vida y la mía. Nos dimos la mano y nos encontramos varias veces más. Algunas, mientras continuó siendo rico; y otras, más adelante, luego de que perdiera todo y fuera solo un empleado en una concesionaria de Mercedes-Benz…”

Proyecto de F1

Ya de vuelta en el país con el auto, Oreste quiso que corriera en los Grandes Premios de F1 de la Argentina y Brasil. Modificaron el monoposto y le adaptaron un motor Berta V8. El Fórmula 5000 fue rebautizado como Berta LR F1. Lo de LR era por el diario La Razón cuyo dueño, Patricio Peralta Ramos, apoyó a Oreste cuando fabricó su auto para el Mundial de Sport Prototipos (SP) en 1970, y mantuvo el detalle de LR porque para el F1 usó un motor cuyo desarrollo era del SP.

Para adaptar el auto a las exigencias de la F1, se cambiaron las geometrías de las suspensiones para las gomas de trece pulgadas normales para los autos de la Máxima. Ruedas Argentinas les fabricó las ruedas de aluminio y la brasileña Italmagnesio les hizo las de magnesio, más livianas.

Unas semanas antes de la carrera en la Argentina, con poco tiempo y dinero, viajaron hacia Buenos Aires en una furgoneta y el auto en un tráiler. Probaron con el Nene García Veiga en el Autódromo en diciembre de 1974 y con un motor Berta que llegó a 400 caballos. Oreste, sabiendo que eran necesarios por lo menos cincuenta burros más para estar en la conversación, mandó a hacer unos juegos de pistones a Estados Unidos que una vez en su sitio y en un block usado, de forma insólita no produjeron más que 360 HP…

Entonces el Mago optó por los anteriores pistones nacionales aumentando otra vez la potencia, pero inesperados inconvenientes llevaron a fundir la planta motriz. Se cambió el tipo de aceite y aún así persistió el problema, aparentemente indescifrable. Al exigir los pistones, sistemáticamente se fundían y así se perdieron cuatro motores con los cojinetes de biela destrozados. A Berta le quedaban otros dos impulsores, pero no quiso arriesgarlos.

Oreste habló con los hermanos Emerson y Wilson Fittipaldi, quienes para 1975 hicieron su patriada con un equipo brasileño de F1. Ellos, en caso de una emergencia, les ofrecieron un motor Cosworth (uno de los más exitosos en la F1) con la condición de devolvérselo funcionando. “Cuando analicé a conciencia el compromiso que tomaba, me di cuenta de que no contaba con los fondos necesarios para asegurar el cumplimiento de la promesa si debía reponerlo en caso de una rotura”, admitió Berta.

El sueño se cayó y Berta volvió a Córdoba. Hasta que apareció el llamado de Arturo Scalise, un empresario de larga trayectoria en el sector automotor y de motos. Le pagó un aéreo a Oreste que llegó a Buenos Aires y se reunió con él. Le dijo que hizo un trato con su esposa. “Ambos tenían unos ahorros y él estaba dispuesto a regalarme un motor Cosworth y en contrapartida ella podría gastar a su gusto la misma cantidad de dinero”, reveló sobre aquella anécdota.

Oreste inscribió su auto y a García Veiga para la carrera. Se fue al Autódromo donde se encontró con algunos equipos que ya habían llegado. Habló con Bernie Ecclestone, en ese momento dueño de Brabham, donde corría Carlos Alberto Reutemann. El team-manager le ofreció enviarle un motor desde Inglaterra, pero Berta cayó a la realidad. “Antes de contestar me detuve a reflexionar: el motor llegaría a último momento, había que adaptarlo, el chasis apenas estaba probado… Llegué a la conclusión de que estábamos locos, y más loco Arturo Scalise que yo, ya que no estaba dispuesto a parar. Me costó hacerle entender por qué, lo que intentábamos hacer, era una locura. De cualquier manera, jamás olvidaré la grandeza de su gesto”, se sinceró.

“Así terminó para nosotros la historia del Berta LR F1 y nuestra tentativa de correr con un auto competitivo y completamente argentino. El costo del proyecto fue todo nuestro y con la participación de amigos que contribuyeron con productos o pequeñas sumas de dinero o fabricando algunas piezas. No acepté ningún sponsor porque estaba cansado de las críticas injustas que recibía cuando no obtenía el único resultado que mucha gente acepta: ganar”, confesó.

Al volante

Para profundizar sobre aquellos días, Infobae habló García Veiga: “Hice la mayoría de las pruebas y el auto iba muy bien. El desarrollo del motor Berta anduvo bien tan bien o mejor que el Cosworth, salvo por las roturas porque, cuando no se cortaba una válvula, se rompía una biela. Pero hay que aclarar que se hizo todo a pulmón ya que para el proyecto de F1 Oreste no recibió centavo. Lamentablemente ese proyecto se cortó por la falta de apoyo. De haber tenido el apoyo necesario el auto podría haber corrido en la F1 y mantenerse en la categoría”, cuenta el Nene.

“Se perdió una gran oportunidad porque Oreste está catalogado en el mundo como uno de los preparadores de auto de carrera de élite. Es difícil encontrar a alguien que entienda de chasis, de compuestos de gomas, de suspensión, y hasta Berta entendió lo que fue subirse al coche de carrera porque él era el primero en poder probarlos. Al comienzo a mí y a Luis Di Palma nos costó tener los tiempos que él lograba arriba de los autos. Hasta esa virtud llegó a tener Oreste”, subrayó.

“En ese momento tenía 29 años y estuve a punto de poder correr un Gran Premio de F1 delante de mi gente y con un equipo y auto argentinos. Fue todo muy emocionante”, concluye García Veiga, quien con un coche de Berta fue campeón de la F1 Mecánica Argentina en 1973.

Despedazado

En 1975 el coche volvió a los Estados Unidos porque Berta llegó a un acuerdo con Bill Simpson (ex piloto estadounidense que tuvo su equipo de competición) para volver a participar en la Fórmula 5000 con Luis Rubén Di Palma y el estadounidense Rick Mears al volante. El coche no rindió y luego fue devuelto a la Argentina, pero la Aduana tardó varios años en permitirle a Berta acceder al auto o a sus restos…

“El F1 fue despedazado en la Aduana. Sus restos y el Berta LR de Sport Prototipos me los regaló Oreste en la última carrera de la Fórmula 2 Codasur en el Callejero de Punta del Este, en diciembre de 1984. Luego se los vendí a un amigo, Juan José de la Arena, para ponerlos en una concesionaria Renault como decorativo. Un día hablando con Hugo Pulenta, que era importador de Ferrari, me dice de poner los autos en su concesionaria y entonces él los compró. A esa altura Oreste no quería hacer nada con los autos”, le cuenta Eduardo Dauria, amigo de Berta, a Infobae.

“Años más tarde, en una carrera en La Plata, me encuentro con Hugo (Pulenta) y le pregunto qué iba a hacer con los autos y le digo a mi amigo Daniel Van Lierde (coleccionista que es propietario del Torino 1 de las 84 Horas de Nürburgring) para que los compre. Después conseguí hacer un convenio con Oreste para restaurar los coches y como nosotros ya teníamos otros dos (un Berta F1 MA y un Berta LR SP) acordamos lo siguiente: nosotros nos quedamos con un Berta LR SP que corrió en Brasil y con el F1; y Oreste con el LR que corrió en Europa y con el F1 MA”, explica Eduardo, quien agrega que para el F1 tienen un motor Chevrolet V8 de 5.000 cm3, block 283, que era de un modelo Impala.

Reconstrucción

El responsable de que el F1 vuelva a vivir es Oreste Berta hijo, uno de los técnicos más importantes del automovilismo argentino. “Me llamó el presidente del museo del circuito de Indianápolis porque quieren homenajear a Rick Mears (que corrió el auto en USA). La idea para este viaje es reconstruirlo, pero sin motor y llevarlo a Estados Unidos para que lo vea Rick, que sabemos que se va emocionar mucho. El coche está desarmado, tenemos el monocasco y algunas piezas como trompa, alerón, y algunas otras habrá que hacer. Pero el tema quedó parado por la pandemia y esperamos que esto pase para poder terminarlo”, le confiesa Orestito a Infobae. Su hermano, Brian, está buscando autos construidos por su padre para poder armarle un museo en “La Fortaleza”, el mítico taller de los Berta en Alta Gracia.

Hace unos años, en diálogo con CORSA, Oreste confesó que “el F1 fue un auto especial. Al menos lo intentamos. Hubiese sido grandioso poder largar el Gran Premio. Me gustaría tener el auto en marcha y ver cómo funciona. Quiero probar un motor en el dinamómetro y luego en pista para ver cómo corría en su momento”.

Salvo el gesto de Scalise para comprarle el motor Cosworth sobre la hora, Oreste estuvo solo en esta patriada. Aquél domingo 10 de enero de 1975 su coche no pudo correr el Gran Premio. Pero el mérito estuvo igual, ya que hay que analizar el contexto y las condiciones. Fue un hito que haya existido un auto de F1 criollo. Hoy es una utopía que un coche nacional se inscriba para una carrera de la Máxima, aunque hace 46 años fue realidad. Todo gracias a Berta, quien puede quedarse tranquilo porque logró situar a la Argentina en el mundo.
Infobae

Bookmark and Share

Villa Elisa al Dia | 2006-2024 | radiocentenariofm@yahoo.com.ar | 03447-480472 / 03447-15550523