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VILLA URQUIZA, BUENOS AIRES
20-09-2016
Abanderada en la secundaria a los 75 años
2016-09-20-7:28
A fuerza de voluntad: Empezó la secundaria a los 72 años y fue abanderada
"Mi sensación era como si fuera a primer grado. Me sentÃa como una nenita", cuenta. Nunca dejó de reunir a la familia los domingos o de juntarse con sus amigas para jugar a la canasta. Algunas materias le trajeron dolores de cabeza.
"¿Qué hace la nona con la bandera?", soltó con los ojos bien abiertos la nieta más chiquita cuando vio llegar a su abuela al acto de fin de curso. Con 75 años, MarÃa Seggio se estaba dando el lujo de terminar la secundaria. "Yo no creo que mi vida entusiasme a nadie, es una historia común de una señora normal", dice en tono jocoso.
El intermedio de su vida sà es bastante tradicional. Se casó, tuvo tres hijos que le dieron cuatro nietos, y trabajó junto a su esposo en una casa de regalos toda su adultez, hasta que él falleció y le dieron ganas de estudiar. Ahà es cuando su vida deja de ser tan normal, y se conecta con su infancia.
Llegó de Italia a los 9 años, sin hablar una palabra de castellano, pudo terminar la primaria, pero a los 14 años empezó a trabajar. "En esa época mamá pensaba que la mujer tenÃa que aprender a coser, bordar, zurcir y cocinar. Además si me quedaba en casa tenÃa que cuidar a mis tres hermanos varones, asà que preferà salir", explica.
Cuando quedó viuda a los 70 le dieron ganas de estudiar PsicologÃa pero siempre se topaba con el gran impedimento: la falta de tÃtulo secundario. Su primer intento fue en un instituto privado que no la convenció porque "lo único que querÃan los alumnos era el tÃtulo, y yo querÃa aprender". Asà que a los 72 se anotó en un colegio nocturno del estado en Villa Urquiza, en la provincia de Buenos Aires. Cursó todos los dÃas de 17:30 a 21:15 hs durante tres años y no faltó nunca, cuenta: "Del entusiasmo de hacer algo que te gusta, ni te enfermás. En el invierno que te querés quedar en la camuchi de noche, yo iba igual".
"Mi sensación era como si fuera a primer grado. Me sentÃa como una nenita. Pero en clase no podÃa evitar que me saliera la madre de adentro", cuenta MarÃa. Si bien balancear su vida personal con la escuela le salió de taquito (nunca dejó de reunir a la familia los domingos o de juntarse con sus amigas para jugar a la canasta como desde hace 35 años), algunas materias le trajeron dolores de cabeza.
"Literatura era mi preferida, Educación CÃvica me pareció muy instructiva y Matemática me gustaba, pero me costaba", explica. El primer año, tuvo que pedirle ayuda a una maestra particular pero al poco tiempo le agarró la mano. Es más, cuando en el grupo de WhatsApp familiar circuló el aplazo de su nieto de 14 años, ella comentó: "¡Son logaritmos! Me hubiera dicho a mà y le explicaba".
Al margen de la educación y las materias, rescata la apertura mental que le aportó exponerse a otras realidades: "Sentà que habÃa vivido en una burbuja y recién me abrÃa a la realidad. HabÃa chicos que no conocÃan a sus padres, que tenÃan problemas con su sexualidad o cuentas pendientes. Inconscientemente uno discrimina cuando no lo ve de cerca. Pero al convivir, te das cuenta de que todo tiene un trasfondo. Me adapté y me sentà respetada".
Aunque dice que no se lo merecÃa del todo ("para mà habÃa chicos que tenÃan más capacidad pero no voluntad"), fue la encargada de llevar la bandera desde el primer año hasta la ceremonia final a la que asistió toda la familia: "No sé si les habré servido de ejemplo, pero a mà me puso bien verlos ahÃ. Me apoyaron siempre y si sabÃan que estaba en el colegio no me molestaban para nada".
Quizás por la experiencia social fue que reforzó sus ganas de estudiar "algo relacionado con la PsicologÃa", pero no la carrera, que le resulta muy larga. Remata: "75 es un montón. Soy una señora grande y me cuesta mucho aprender cosas nuevas, pero tengo la experiencia de vivir".
Fuente: La Nación