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COLONIA SANTA ROSA
20-04-2015

Monolito al carrero Gaillard, olvidado y abandonado.

(Villa Elisa al Dia)

20-04-2015-09:48
El monolito al primer ataque a la prensa Entrerriana en estado de olvido y abandono a 40 Km de Villa Elisa.

La construcción realizada en el mismo lugar de la tragedia ocurrida el 11 de enero de 1907, el arroyo Santa Rosa, a la altura del kilómetro 45 de ruta 130 y a unos 10 de la misma hacia el norte, recuerda el primer atentado contra la prensa escrita que le costo la vida a quien transportaba una imprenta desde Colon a Villaguay en un carro.La cronica decia esto:"Pero también hay mártires en nombre del periodismo de Villaguay; el carrero Julio Modesto Gaillard, degollado por una patrulla en el arroyo Santa Rosa y rota la imprenta que transportaba la cual había sido enviada por Antonio Ciaspucio luego de cumplir una condena y salir en libertad desde Colón a Villaguay. El cadáver del infortunado carrero fue encontrado por un peón y Ciaspucio realiza una investigación, se acusa a los autores, se dictaría la sentencia, pero hasta hoy..., dice en su libro Justo Miranda.
Pero Villaguay no temió ni teme a la libertad de prensa por eso no solo lloró a Gaillard, repudió a sus asesinos, sino que además desagravió a Ciaspucio regalándole por suscripción una imprenta en la que por tercera vez editó su diario."
"A menos de un kilómetro los policías de La Capilla, que llevan cuatro días oteando sin éxito en las lomadas, vuelven a la comisaría a tranco lento y con el espíritu abatido porque intuyen que Gaillard tiene que haber llegado a Villaguay con la imprenta por el camino menos pensado, por adentro del monte salvaje, y en cuanto Hermelo se entere los meterá en el cepo varios días. Juan Severino Hermelo es el villano de la película. Ha asumido ilegítimamente la intendencia de Villaguay y desde hace algunos años también se ha hecho cargo de la policía local. Maneja a su antojo la ciudad y hará lo imposible para que la imprenta, que trae Gaillard en su carro, no llegue a sus tierras. Para colmo, la llovizna tristona empapa sus uniformes y trabucos. De pronto, el comisario Félix Santa Cruz levanta la cabeza y detiene su caballo a mitad de la calle. El cabo Villalba y el agente Cisneros atajan su marcha unos metros adelante y vuelven la vista hacia su jefe que les pide silencio. Escuchen, dice Santa Cruz, y los tres policías se quedan tiesos por un momento sobre sus caballos intentando aguzar el oído entremedio de la llovizna; viene del norte, sentencia el superior. A lo lejos se deja oír el tintinear apresurado de un cencerro, cada vez con más claridad. El comisario, seguro de que solo un carrero puede estar cabalgando por dentro del monte a esa velocidad, espuelea su animal y sale al galope sobre la tierra húmeda con bríos renovados. Santa Cruz jinetea en paralelo con la arboleda tupida mientras su patrulla le sigue el paso a unos metros y el sonido del cencerro se torna cada vez más nítido, tanto que pareciera que en cualquier momento se lo chocan. De la nada misma, como uno de los relámpagos que se dibujan sobre los nubarrones amenazantes, Gaillard pasa sentado en el palo de su pescante frente a los policías a puro restallar del látigo, en dirección al puente del arroyo Bergara, y logra ver de soslayo a los uniformados así que decide levantarse y cabalgar parado. Gaillard no se amilana ante las ruedas que patinan en el barro de la calle, ni ante el grito impetuoso de Santa Cruz que le pide que pare al tiempo que desenfunda su arma y empieza a levantar el brazo en dirección al carrero; empecinado, solo piensa en lo cerca que está del puente, en lo cerca que está de llegar. Pero con el balazo al aire los caballos se asustan y Gaillard tiene que usar su cuerpo fornido para detener los corcoveos de sus bestias."

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